El movimiento explosivo
surge de una mente en calma

Mi Karate: Karate Zentai

Un poco de historia – Mis inicios.

Es curioso pensar después de más de 50 años, que yo no empecé en un gimnasio con la intención de aprender Karate.

Lo cierto es que hace mucho, mucho tiempo, encontré un gimnasio relativamente cerca de casa cuando aún vivía en Madrid; el gimnasio Kiofu. Yo por aquel entonces estaba entusiasmado con el Judo y reuní el dinero necesario para comprarme un judogi y decidirme a empezar lo que para mí sería mi nueva forma de vida.

Entré en el gimnasio, me inscribí, pagué mi cuota mensual, me puse mi judogi y me dispuse a comenzar mi nueva andadura.

El dueño y director del gimnasio me dijo que pasara a la sala de entrenamiento y me sentase a esperar a que terminase la clase que se impartía en aquel momento, que enseguida empezaría «mi primera clase de Judo». Pero eso no llegó a ocurrir nunca.

Mientras esperaba y observaba lo que estaba ocurriendo ante mis ojos, algo despertó dentro de mí.

El Maestro Yosuke Yamashita estaba impartiendo su clase y yo estaba alucinando…

Antes de que el Maestro acabase su clase y yo pudiese empezar la mía, salí de la sala sin hacer ruido para no molestar, me dirigí a la oficina y pregunté: ¿eso es Judo? y el director del Gimnasio me contestó ¡no! eso es Karate; sin haber entendido muy bien lo que me había dicho, le respondí: ¡pues eso es lo que yo quiero aprender!

En aquel tiempo el Judo llevaba años en España, mientras que el Karate acababa de llegar importado de Japón y por supuesto, el precio mensual era superior al de Judo; concretamente, la diferencia era de 350 a 500 Pesetas. Pero a pesar de mi bajo nivel económico, yo lo tenía muy claro; a partir de aquel instante, el Karate iba a ser «Mi Camino»

Esta pequeña y simplificada historia sobre mis inicios en el «arte y camino de las manos vacías», me hace pensar que (sin buscarlo) El Camino se abrió ante mis pies.

No sé si yo escogí el Karate o fue el Karate quien me escogió a mi, pero lo cierto es que desde aquel momento, mi vida cambió.

Pasaron algunos años y mientras yo permanecía en el mismo gimnasio, (más tarde aprendí a llamarlo Dojo), los Maestros fueron cambiando y con ellos sus «estilos»: Goju Ryu, Wado Ryu, Shito Ryu y por último Shotokan con el que me quedé.

Todos estos cambios de estilo (no buscados por mí) redundaron en un mayor conocimiento de este Arte y al mismo tiempo, provocaron en mí una gran inquietud por el estudio técnico.

Con el tiempo, pasé de alumno a profesor, teniendo que lidiar con el hecho de que mis compañeros de clase, pasaron de golpe y porrazo a ser mis alumnos y eso me mantuvo en una tensión constante por demostrar, que merecía estar al frente de todos ellos. Al final fui aceptado encontrando mi verdadera vocación: «enseñar Karate».

Ajustándome a los tiempos mínimos permitidos por la Federación Española de Karate, me presenté a los distintos exámenes hasta 5º Dan, en el que fui felicitado por el Tribunal. En aquel tiempo, el 5º Dan era el último que podía obtenerse mediante exámenes; a partir de ahí, los grados eran concedidos por méritos federativos. Más adelante, volvieron a imponer la realización del examen para la obtención del grado de 6º Dan, pero yo ya había decidido no presentarme a ningún examen más, por motivos políticos y personales que prefiero no contar, para no herir sensibilidades…

La historia de «Mi Karate» es muy amplia y no es el objetivo principal de este artículo.

Desde aquí mi agradecimiento a los Maestros Yamashita, Igarashi, Luis La Fuente y Guillermo Laich, con los que compartí los mejores años de mi vida.

Como siempre (sin buscarlo), a continuación aparecieron en mi vida el Zen y el Taijiquan y fueron el mejor complemento para el que ahora es mi Karate: el «Karate Zentai» o «TZK»